Clemente es un frontón: las devuelve todas. Unas veces planas, otras con efecto; algunas cortas y otras largas, pero siempre las devuelve. El ‘Rubio de Barakaldo’, que este pasado mes de marzo cumplió 70 años, iba para futbolista de los buenos, pero una patada de Marañón en la Nova Creu Alta de Sabadell le destrozó la tibia, el peroné, y toda esperanza de triunfar con su amado Athletic Club. De ese abono hecho de huesos y sueños rotos acabó germinando el espíritu del Clemente entrenador, aquel que revolucionó el fútbol español de los ochenta. Con Javi al timón, la Gabarra rojiblanca navegó Ría arriba celebrando dos títulos de Liga, una Copa del Rey y una Supercopa. A pesar de todas las alegrías vividas, Clemente asegura que los éxitos no se saborean igual desde los banquillos, ya que “es mucho más bonito jugar que entrenar”.
Más de mil partidos después de su debut como técnico dice no arrepentirse de nada, ni siquiera de esa apabullante sinceridad que le ha granjeado tantas filias y fobias entre periodistas, directivos, aficionados y demás agentes del mundillo. Javier Clemente ha sido siempre honesto con sus ideales, muy firme, y así lo seguirá siendo. Como la pared de un frontón.
Pregunta: Siempre ha dicho que lo del Athletic es más que una afición en Euskadi, es una religión. Al menos cuando usted era joven. ¿Está cambiando esto?
Respuesta: Puede ser que ahora se vea alguna camiseta más de Messi o Cristiano, pero el sentimiento no ha cambiado. La gente sigue siendo muy fiel al Athletic.
P: ¿Tampoco la forma de concebir la cantera en el club rojiblanco?
R: No. Lo que sí que ocurre es que salen jugadores que han tenido una oferta para irse a otro sitio y se han acabado yendo. El fútbol ha cambiado en toda su estructura a nivel profesional y contractual, y en esto ha variado un poco, pero no en el afecto ni en el enganche que tienen los futbolistas por jugar en el Athletic.
P: ¿Cómo ha afectado la hiperprofesionalización del fútbol a estos jugadores jóvenes?
R: Ahora los críos tienen intermediarios, y los intermediarios sólo van a ganar dinero. Antes los jugadores juveniles ,o los profesionales incluso, no se podían marchar del club porque no tenían opciones de hacerlo. Ahora han cambiado la estructura y los contratos, los buenos juveniles o hasta los infantiles tienen intermediarios, y todos pujan por sus intereses.
P: Un entrenador que antes ha sido canterano, ¿le da más confianza a los chavales que salen del fútbol base?
R: Soy un entrenador que le da mucha mano a los jóvenes, pero también confío en los veteranos. Los veteranos son muy importantes para los equipos, son los que al final se tienen que poner a jugar y, con ello, enseñarles un poco a los chavales lo que es la profesión. Pero no confío más en unos que en otros, lo que sí hago es ayudar mucho más a los jóvenes para que realicen una carrera para el club, que es lo más importante.

P: ¿Cuánto de importante es un entorno saludable para que un jugador joven acabe desarrollando su carrera con éxito?
R: Muy importante, pero no sólo en el fútbol, sino también en la vida. Tener una familia estable y una vida cómoda siempre ayuda al desarrollo. Sea cual sea la profesión, no solo en el fútbol.
P: Ahora, con la perspectiva que le da la experiencia, ¿hubiera compatibilizado los estudios que comenzó y no terminó para dedicarse al fútbol en exclusiva?
R: A mí me resultó difícil hacer las dos cosas a la vez, y cuando me hice profesional dejé la carrera de aparejador. Pero creo que, no año a año, pero sí que en ocho o diez como profesional, un futbolista que quiera estudiar una carrera puede hacerlo perfectamente.
P: Los futbolistas que ha dirigido comentan que es usted un especialista gestionando el ambiente del vestuario (el último ha sido Luis Enrique en una entrevista a Colgados del Aro, en la que reconocía que Clemente fue el mejor entrenador que tuvo, especialmente en este aspecto).
R: Es que si un equipo no tiene un buen ambiente en un vestuario, su rendimiento va a ser malo. Si quieres conseguir triunfos en un deporte de equipo es fundamental un buen ambiente en el vestuario, eso es así.
P: El deportivista Fran contó en una entrevista que, aunque no fuese de los habituales en las convocatorias de la selección, usted fue a visitarlo al hospital cuando cayó lesionado. ¿Su experiencia con las lesiones le ayudó a ser más empático con sus futbolistas?
R: No. No porque yo me hubiera lesionado tenía más empatía con ellos. Yo soy un entrenador que cree que, por encima de mí y del mérito de un club, están los jugadores. Yo le doy mucha importancia a los futbolistas, por eso siempre que han tenido algún percance, y en todo lo que he podido demostrarles mi simpatía y mi apoyo, he estado ahí. El caso de Fran es un ejemplo.
La importancia del aspecto mental en el deporte…
R: La psicología es muy importante. Además del apartado físico y técnico, los futbolistas deben tener una vida estable, una recuperación mental buena. Nosotros pusimos concentraciones después de los partidos porque veíamos que funcionaba, recuperaban mejor. Son aspectos que los clubes han aprendido ahora a trabajar porque hay más dinero y medios. Al tener contratos de televisiones tan grandes, pueden tener muchos más entrenadores y profesionales.
P: Cuando usted se lesiona -siendo muy joven- estos profesionales de la psicología eran todavía bastante ajenos al mundo del fútbol. ¿Cómo sale de aquella?
R: Por entonces no existían los psicólogos. Aun así, los psicólogos te ayudan, pero al final eres tú el que tiene que salir adelante. Yo lo tenía muy claro: si no puedes jugar a fútbol, pues te tienes que dedicar a otra cosa. No te puedes quedar en casa con 19 años y decir: ‘Bueno, esto se ha acabado, ¿ahora ya qué hago?’. Tenía que buscar trabajo, y el trabajo que más me gustaba seguía siendo el fútbol, por eso me hice entrenador.
P: Lo más cercano a ser futbolista, aunque las vivencias sean algo diferentes.
R: Es que las vivencias no tienen nada que ver. Lo bonito es jugar a fútbol, y lo de ser entrenador es otra cosa. A mí me gustaba más jugar, pero al no poder hacerlo porque las piernas no me respondían para realizar ese esfuerzo, quise seguir conectado a lo que realmente me gustaba, el fútbol. Pero es mucho más bonito jugar que entrenar.
P: Quiera o no, la polémica -especialmente con la prensa- le ha acompañado siempre durante su etapa como técnico. ¿Hasta qué punto le ha valido más el orgullo de mantenerse fiel a sus principios que haber sido algo más pragmático con sus declaraciones y vivir más tranquilamente?
R: A mí me hubiera ido mejor, pero si yo tuviera que empezar de nuevo no escogería otra forma y otro carácter con la prensa. Con una parte de ella me llevo bien y con otra no porque no les interesa a ellos. A mí me gusta decir las cosas como son, y no me gusta que venga gente a intentar meterse dentro del equipo. Sobre todo no me gusta que mientan. Esto lo hacía hace años y lo seguiría haciendo, así que no me preocupa si me hubiera ido mejor o peor. Me ha ido muy bien y no me quejo.

P: Y eso que no se encontró con ningún programa de la nueva era ‘chiringuitera’…
R: Ese es un programa que es como un circo. A mí lo que me preocupa de esos circos es el fundamento de lo que dicen, y hay cosas que dicen en las que estoy de acuerdo y otras en las que no. No todos los que hablan en ‘El Chiringuito’ dicen barbaridades. Lo que no me gusta es ese montaje de circo que tiene el programa. Cada uno es libre de decir lo que quiera, pero hay alguno que dice más mentiras que otra cosa.
P: ¿Cómo se aísla a un vestuario de comentarios externos deshonestos o malintencionados por parte de la prensa?
R: Solo hay una opción cuando se critica a un equipo y a sus jugadores: que el entrenador salga a defenderlos en rueda de prensa manifestando su opinión sobre lo que ha escrito un periodista. Entonces, igual eso es lo que al periodista no le gusta. Pues bueno, que se joda.
P: Y al revés, ¿cómo se gestiona el halago desmedido?
R: Tampoco creas que a mis jugadores les han puesto excesivamente arriba. En los equipos que yo he estado, quitando la Selección, no teníamos plantillas repletas de figuras. Por lo tanto, no ha habido un halago exagerado. Que halaguen a los jugadores, de hecho, no me disgusta. Otra cosa es que se lo crean, pero que hablen bien de ellos me parece algo bueno.
P: Depende de la formación y experiencia que tengan, reaccionarán de manera diferente. Pensaba especialmente en futbolistas jóvenes como Ansu Fati.
R: No lo conozco, ni sé qué personalidad tiene ni cómo reacciona a esto. No sé hasta qué punto le puede afectar que digan que es una figura del fútbol. Pero yo pienso que todavía no lo es. Está en el inicio, y le falta mucho para pensar que es una figura. Sí que creo que tiene unas condiciones extraordinarias, pero también que se está yendo demasiado deprisa con él.
P: Julen Guerrero, que estuvo a sus órdenes tanto en el Athletic como en la Selección, fue otro icono noventero del que siempre se esperaron grandes cosas, quizás más de las que acabó consiguiendo. ¿Le acabó afectando esta presión de los medios y aficionados?
R: No. Y Julen tuvo una buena carrera, larga. En Bilbao no existe esa magnitud de ídolo, la gente es más sensata y tranquila con los jugadores. Se les aprecia mucho, pero no pasan a una dimensión divina. Además, Julen nunca se quiso marchar del Athletic. Tampoco tuvo que vivir con esta prensa tan eufórica que hay ahora.
P: Hablando del Athletic, y cuando estabais con opciones de ganar la primera liga después de muchos años, ¿cómo gestionabas el vestuario para que mantuviese los pies en la tierra y siguiera trabajando bien?
R: En los medios nadie pensaba que fuéramos a ganar la liga. En la prensa, ni en Madrid ni en ningún otro lado creían que íbamos a quedar primeros. Decían que éramos un equipo “normalito”, o que no dábamos espectáculo. Pero sabían que éramos un equipo difícil. Nuestro trabajo interno era diferente. Nosotros salíamos cada domingo con un convencimiento interno de que íbamos a ganar, y a por eso íbamos. Al final lo conseguimos y fue un triunfo del equipo y de la afición. Ni aficionados ni periodistas pensaban que fuéramos a llevarnos la liga ni el primer año ni el segundo, pero eso a nosotros nos daba igual.
P: Con el paso de los años, ¿cree que se ha reconocido su trabajo en una justa medida?
R: Yo estoy muy reconocido por el que me tiene que reconocer. Y el que no quiera hacerlo está en su derecho. No me preocupa absolutamente nada que algunos no me halaguen. A mí me halagan mis jugadores y con eso me conformo.
P: Después de devolver el éxito a San Mamés, y tras una polémica con Sarabia, el club se pone de parte del jugador y prescinde de usted. ¿Es una espina que aún guarda?
R: En el tema de Sarabia hicieron una chapuza y acabaron rompiendo un equipo como aquel, que todavía era muy joven y tenía posibilidades de hacer más. De ser campeones pasaron a casi descender al año siguiente. Se acabaron los grandes triunfos del Athletic. Se empezó a deteriorar una forma de trabajar muy consolidada.

P: En Barcelona, y con el Espanyol, vuelve a demostrar su valía, especialmente en su primera etapa, en la que guía al equipo a una final de la UEFA que todavía muchos pericos no comprenden cómo llegó a perderse. ¿Qué recuerda de aquella etapa?
R: Mi mejor campaña en el Espanyol fue la primera, en la que quedamos terceros en liga. Al año siguiente teníamos una plantilla no muy numerosa, y al jugar la UEFA tuvimos dificultades en los partidos ligueros. Pero en la UEFA, la pena es que perdimos aquella final incomprensiblemente después de un 3-0 en la ida; pero bueno, el fútbol a veces es así.
Aquel era un equipo muy parecido al de Bilbao: los jugadores llevaban muchos años juntos, era un conjunto joven y había muchos canteranos del Espanyol. Para mí el paso del Athletic Club al Espanyol fue muy parecido en cuanto a nivel y manera de trabajar. No tuve que cambiar mucho mi forma de hacer las cosas. Y luego, estuve dos veces más en el equipo perico cuando estaba para descender. Y nos salvamos las dos veces.
P: ¿Esa forma de trabajar la cambió cuando llegó al Atleti, que tenía otra dimensión mediática y un presidente tan especial como Jesús Gil?
R: No, no tuve ningún problema. El público del Atlético de Madrid es muy fiel al equipo. Lo que pasa es que en aquella época Gil no invirtió mucho dinero en el equipo. Teníamos unos jugadores que a mí me gustaban, pero quedamos segundos. Coincidimos con el Madrid de Toshack, que fue el equipo más goleador con más de 100 tantos y que no pinchó prácticamente en toda la liga. No pudimos pasar de ser segundos.
P: A usted le echa Gil, de hecho, yendo en esa segunda posición…
R: Yo tenía buena relación con Gil. Él tenía sus ideas y, como era el dueño del club, pues hizo un poco lo que quiso. Perdimos un partido y al día siguiente me echó. Pues bueno. Ser segundos en aquel año para el Atlético de Madrid era estar realizando una campaña extraordinaria.
P: Gil no era un tipo “de fútbol” al uso. ¿Hasta qué punto la entrada de empresarios en los clubes ha modificado la manera de concebir este deporte?
R: A nivel de juego los empresarios no tienen nada que ver. Si entra un empresario con mucho dinero y puedes comprar mejores jugadores, es una gozada. Sobre todo para los profesionales, que ganan más dinero. Jugar mejor o peor depende de los jugadores que tengas, y si el club en el que estás no hay dinero, la dificultad es mayor.
P: En este sentido, ¿el mercado y la globalización están afectando a las canteras? Exceptuando la del Athletic, que sigue apostando por el talento local, ahora se llenan de chicos venidos de otros países.
R: Esto es una dificultad añadida para los chavales. Que en el equipo de la ciudad haya jugadores extranjeros hace que los locales lo tengan más difícil, claro. Pero yo siempre digo que los buenos jugadores siempre acaban jugando. Si no estás en un gran club, puedes estar en un juvenil más modesto o te irás al extranjero, pero si al final vales ya te traerán para España de nuevo, tal y como está ocurriendo ahora con Fabián y compañía. Están fuera y han madurado jugando en el extranjero. Un buen jugador, si no se abandona y es constante, aunque no le quieran en el equipo de su ciudad, acabará siendo futbolista.
P: En general, ¿se ha vuelto más indolente o distraído el jugador con el paso de los años?
R: Yo no he permitido nunca que mis equipos se despisten ni que el jugador sea un indolente. En un equipo tiene que haber un esfuerzo y una entrega absoluta. Tiene que haber un comportamiento dentro del terreno de juego intenso y casi al límite. Si alguno baja la guardia, si alguno no se emplea con el esfuerzo al 100%, pues ese deja de jugar. Lo he demostrado siempre, sea quien sea. Si uno de los mejores jugadores deja de esforzarse, también deja de jugar. Nunca me he casado con nadie. El mejor juega y el que no es mejor, juega menos.

P: Ha tenido diferentes experiencias lejos de la geografía española (en el Olympique de Marsella o las selecciones de Camerún, Serbia y Libia. ¿Qué diferencias aprecia entre las distintas culturas futbolísticas que ha conocido?
R: Depende. En Camerún hay jugadores muy buenos. En África, en general, hay mucho nivel, pero al final todos acaban viniendo para Europa. Pero Libia, por ejemplo, es un país muy humilde y modesto con jugadores de otro escalafón. En Serbia, la antigua Yugoslavia, tienen un potencial futbolístico enorme, pero claro, son jugadores que optan por irse a Inglaterra o a Alemania. Hablamos de futbolistas de alto nivel, que al final acaban jugando en los mejores equipos, y esos no están en su país.
Quizás la cultura futbolística que más significado tenga en cuanto a la forma de jugar y de clasificar el juego de sus futbolistas sea la brasileña, por el tipo de jugadores que saca. En el resto de sitios, lo que buscas son futbolistas de alto rendimiento. Y cuanto más físico y más técnica tengas, mejor futbolista eres. Una cosa es ser un jugador que hace cosas bonitas y otra es ser un jugador de rendimiento. El fútbol profesional es fútbol de rendimiento, no vistoso. Nada tiene que ver el hacer las cosas bonitas con ganar los partidos.
P: ¿Esto lo mamó de Bobby Robson cuando marchó a Inglaterra, en los inicios de su carrera, para aprender del fútbol inglés? ¿Qué se trajo de allí?
R: De allí me traje, principalmente, los sistemas de juegos. En Inglaterra vi cómo los diseñaba Robson, pude estar en entrenamientos con él, y adapté lo que aprendí y pude para el Athletic. Empezamos a tener éxito y prácticamente todos los equipos de España comenzaron a copiarnos. Hay cosas que aún se mantienen hoy en día, como la defensa en zona y en línea. Nosotros fuimos los primeros y luego se apuntó el resto. Tácticamente fue una ocurrencia muy buena.
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